Jesús sintió una punzada fuerte en el estómago; tenía mucha hambre. Se había ido solo al desierto para orar y ayunar, movido por el Espíritu Santo. Llevaba ya cuarenta días allí; se había desmayado varias veces.
Viendo a Jesús tan frágil, el diablo se le acercó para tentarlo, pues no entendía cómo podía encontrarse tan débil aquel de quien la voz del cielo había dicho: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido». ¿Sería Jesús de Nazaret realmente el Hijo de Dios?
No tentarás al Señor, tu Dios
El demonio no se anduvo con rodeos: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Jesús sintió más que nunca el vacío en su estómago. Recordó el pan tan delicioso que hacía su madre, casi podía degustarlo en su imaginación… Pero no, aquel pan no era lo que de verdad le daba vida. Respondió: «Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios»».
El mareo se apoderó de Jesús, así que cerró los ojos. Al abrirlos, se descubrió en el borde del pináculo del Templo, a casi doscientos metros de altura. Experimentó un vértigo fuerte. El diablo atacó de nuevo: «Si eres Hijo de Dios, tírate. Mira que lo dice la Escritura: Dará órdenes a sus ángeles sobre ti, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra». Jesús se llenó de ira al ver manipulados los Escritos sagrados. Exclamó: «Escrito está también: «No tentarás al Señor tu Dios»».
Al Señor tu Dios adorarás
El diablo estaba confundido. Sí, estaba ante el Hijo de Dios; sin embargo, ¿por qué tan débil? ¿Por qué rehusaba aprovecharse de su poder? Lo intento por última vez. Llevó a Jesús a la cima de un monte alto y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria. Le dijo: «Esto es lo que quieres para tu Padre, ¿no? Todas estas cosas te daré si, postrándote, me adoras». Jesús le gritó: «Apártate, Satanás, pues escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y solamente a Él darás culto»».
Satanás huyó al instante. Jesús cayó de rodillas y alabó a su Padre. Y, ahora sí, en soledad, oró con las palabras del salmo manipulado por el tentador: «Dará órdenes a sus ángeles sobre ti, para que te lleven en sus manos». Entonces, los ángeles vinieron y le sirvieron.
texto del evangelio
Mateo 4, 1-11 (leer).
Anímate a leer la biblia
Deuteronomio 8, 2-3 (leer).
Salmo 91 (90), 10-16 (leer).
Deuteronomio 5, 6-10 (leer).
Génesis 3, 1-20 (leer).
Salmo 51 (50), 3-14 (leer).
Romanos 5, 12-21 (leer).
Preguntas para meditar y orar
- ¿Combato mis tentaciones con la Palabra de Dios? ¿Me “empapo” de la Escritura?
- ¿Acostumbro a orar? ¿Adoro únicamente al Señor? ¿Pienso en Él con frecuencia?
- ¿Ayuno? ¿Comprendo el sentido de la mortificación y de la penitencia?