Simón escuchaba atento el discurso de Jesús. Lo acompañaban algunos amigos que, como él, eran zelotes, celosos cumplidores de la Ley del Señor. Ninguno de ellos estaba de acuerdo con que Judea estuviese dominada por los romanos, e incluso varios se mostraban a favor de levantarse en armas para expulsarlos: las costumbres romanas eran una amenaza para vivir a plenitud lo que el Señor pedía en la Torá.
En este sentido, a Simón el zelote le había gustado lo que había dicho Jesús momentos atrás: «No he venido a abolir la Ley o los Profetas, sino a darles plenitud». Simón veía en aquel maestro un verdadero celo por la Ley; no era como los fariseos o saduceos que aparentaban cumplir, pero solo les interesaba el dinero. No, el rabí Jesús de Nazaret no era así: quería cumplir las palabras del Señor hasta sus últimas consecuencias, como había quedado claro en sus enseñanzas sobre los juramentos o el adulterio.
Yo les digo: no repliquen al Malvado
Ciertamente, Jesús había manifestado también que había que abstenerse no solo de matar, sino de odiar o insultar al hermano. Pero eso no estaba en contra, pensaba Simón, de levantarse en armas contra los romanos: ellos no eran sus hermanos, no eran su prójimo, sino unos impíos, dignos de la ira del Altísimo…
«Jesús debería unirse a nosotros», pensó Simón. Sin embargo, las palabras del Maestro llegaron en el momento preciso para derrumbar sus pensamientos: «Han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero Yo les digo: no repliquen al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra…
Yo les digo: amen a sus enemigos
»Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por los que los persigan, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿No hacen eso también los paganos? Por eso, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto».
Simón el zelote había descubierto a alguien más celoso que él por la Ley. Jesús le mostraba donde estaba la verdadera perfección, el verdadero celo: en amar como Dios ama, hasta el extremo, a buenos y malos, a justos y pecadores. Si quería hacer la voluntad del Señor, debía amar de verdad a su prójimo, incluido a los romanos.
texto del evangelio
Mateo 5, 38-48 (leer).
¿Qué nos dice el señor en su palabra?
Levítico 19, 17-18 (leer).
Salmo 103 (102), 1-18 (leer).
Lucas 6, 35-38 (leer).
1 Juan 4, 20-21 (leer).
1 Corintios 3, 16-23 (leer).
1 Reyes 19, 9-14 (leer).
Preguntas para meditar y orar
- ¿Quiero ser santo como Dios es santo? ¿Me doy cuenta que Jesús espera eso de mí?
- ¿Amo a los que no me caen tan bien? ¿Rezo por ellos? ¿Los trato con cariño?
- ¿Me lleno de auténtico celo por las cosas del Señor?
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Iuvenes adorantes – Celoso (Cuardenillo – versión Latinoamérica)