Una muchedumbre estrepitosa rodeaba a Jesús. Estaban asombrados por el milagro que acababan de presenciar: el Señor le había devuelto la vista a uno de los ciegos que solía sentarse a las afueras de Jericó. Por las calles de la ciudad se escuchaban gritos de alabanza a Dios: un profeta se hallaba en su tierra.

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El ruido llegó a los oídos de Zaqueo, el jefe de los publicanos de Jericó. Llamó a uno de sus subordinados. «¿Qué pasa?», le preguntó. «Jesús de Nazaret ha entrado en Jericó, le ha devuelto la vista a uno de los ciegos que estaba a las afueras de la ciudad». Zaqueo se puso enseguida en pie y salió a la calle. El sol era abrasador.

Conviene que hoy me hospede en tu casa

El jefe de publicanos no tardó en toparse con la multitud, pero su pequeña estatura le impedía ver a Jesús. Trató de cruzar en medio de la gente, pero chocó con las espaldas de uno. «¡Eh, enano, ten cuidado! —le gritó el hombre, que se dio cuenta de que se trataba de Zaqueo—. ¡Ah! Pero mira a quien tenemos aquí. El jefe de publicanos quiere ver al profeta. ¡Vete de aquí! ¿Acaso crees que el rabí Jesús puede hacer algo por ti, enano traidor?». El hombre soltó un par de insultos. Zaqueo se alejó de allí pensativo: ¿Cómo se encontraría con Jesús?

Zaqueo miró hacia donde se dirigía el gentío. Iban hacia el gran sicomoro, seguramente para resguardarse a su sombra. Corrió en dirección al árbol y se encaramó en él. Tras unos minutos, llegaron Jesús y la turbamulta. Zaqueo no pasó desapercibido a los ojos del Maestro: «¡Zaqueo! —¿cómo sabía Jesús su nombre?, se preguntó sorprendido el jefe de publicanos—. Baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa». Zaqueo bajó rápido: su rostro destellaba alegría. La gente comenzó a murmurar: «¿Será Jesús un falso profeta? ¿No se da cuenta de que se hospedará en casa de un pecador?».

Hoy ha llegado la salvación ha esta casa

Zaqueo se había postrado a los pies de Jesús. Al oír las murmuraciones, se puso en pie y dijo con voz fuerte: «Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres. Y si en algo estafé a alguien, le devolveré cuatro veces más, como pide la Ley». La gente enmudeció: el jefe de publicanos era riquísimo y tenía fama de avaro. ¿Estaba dispuesto a dar la mitad de su fortuna? ¿Qué le había pasado por dentro para decir semejante cosa?

Jesús dijo: «Hoy ha llegado la salvación a la casa de este hombre, que también es hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». A Zaqueo le dijo personalmente: «Estoy aquí por ti, que en medio de tu pecado has clamado a Dios pidiendo perdón. Permanece firme en la fe y ama a tus hermanos».

Texto del evangelio

Lucas 19, 1-10 (leer).

Dios te habla: ¿Lo escuchas?

Sabiduría 11, 21-26 (leer).

Ezequiel 34, 15-16 (leer).

Salmo 145(144), 8-9 (leer).

1 Corintios 16, 13-14 (leer).

Salmo 51(50) (leer).

2 Pedro 3, 9 (leer).

Preguntas para reflexionar, meditar y orar
  1. ¿Me doy cuenta de que Jesús me llama por mi nombre, que quiere estar conmigo?
  2. ¿Estoy dispuesto a lo que sea por encontrarme con Jesús? ¿Lo refleja mi conducta?
  3. ¿Pido perdón cuando hago algo malo? ¿Reparo el daño que he hecho si es posible?
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Iuvenes adorantes – El pequeño audaz

Un comentario en “El pequeño audaz

  1. La palabra de hoy nos invita a cambiar
    A tomar una decisión desde lo más profundo de nuestro corazón
    Aceptemos que somos pecadores y nos arrepentimos de corazón y clamamos un corazón nuevo lleno de amor sencillez humildad y sobre todo misericordioso
    Cómo el de Jesús
    Cuando tomamos la decisión de cambiar el Señor nos abre la
    Puerta dicho por qué un hijo suyo ha vuelto a casa
    El siempre nos espeta

    Amen

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