Leví escuchaba junto con los otros discípulos las enseñanzas de Jesús. Hacía unos meses el Maestro se había acercado a la mesa donde él recaudaba impuestos y le había dicho: «Sígueme». Leví, a quien también llamaban Mateo, se había sorprendido: ¿Cómo podía ser que el Maestro Jesús de Nazaret, del que se decía que predicaba con autoridad y que sanaba milagrosamente a enfermos, lo quisiera a él, publicano, como discípulo?

Tras el asombro inicial, Leví no lo dudó, abandonó el telonio —la oficina donde recaudaba los impuestos— y siguió a Jesús. Habían pasado los meses y Leví tenía claro que no se había equivocado. Estaba muy agradecido con el Maestro, que le había ayudado tanto a mejorar, y por eso le dolían los comentarios que hacían algunos con frecuencia: «Ya verá Jesús que se equivocó al llamar al publicano ese… los publicanos son traidores».
El que se humilla será enaltecido
Aquel día no fue la excepción. Mientras Jesús predicaba, se acercó un fariseo adonde Leví y, para sabotear a Jesús, gritó: «Maestro, ¿cómo permites que este antiguo publicano esté entre tus discípulos? ¡Es un pecador público, un ladrón! Traicionó a nuestra nación al recaudar impuestos para Roma». Se hizo un silencio absoluto. Poco a poco comenzaron a oírse murmullos. Leví hervía por dentro, pero decidió bajar la cabeza.
Jesús pidió a todos que callaran: «Oíd esto. Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo oraba para sus adentros: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás: no soy ni ladrón, ni injusto, ni adúltero, ni como ese publicano. Bien sabes que ayuno y diezmo más de lo prescrito”.
»El publicano, por su parte, casi ni se atrevió a entrar al Templo. Se golpeaba arrepentido el pecho y decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador”. ¿Saben quién bajó justificado a su casa?». El fariseo se apresuró a responder: «Obvio: ¡El primero!». Jesús se lo negó: «Les digo que el publicano bajó justificado y el fariseo no. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido».
La oración contrita eleva el alma a Dios
Jesús se aproximó a Leví y dijo: «Ciertamente, este hombre fue publicano e hizo algunas cosas mal. Sin embargo, experimentó la misericordia del Padre, reconoció su pecado y se arrepintió. Otros, en cambio, piensan que todo lo hacen bien y son incapaces de admitir que son pecadores».
texto del Evangelio
Lucas 18, 9-14 (leer).
Citas bíblicas para meditar
Lucas 5, 27-32 (leer) – La vocación de Leví
Salmo 34 (33), 18-19 (leer).
Salmo 130 (129) (leer).
1 Pedro 5, 5-7 (leer).
Eclesiástico (Sirácida) 35, 12-18 (leer).
Isaías 2, 17 (leer).
Preguntas para orar
- ¿He experimentado la misericordia de Dios, que me llama sin yo merecerlo?
- ¿Reconozco que soy un pecador? ¿Con qué frecuencia me confieso?
- ¿Juzgo a los demás? ¿Me creo mejor que ellos? ¿Murmuro sobre alguien?