Jesús entró en la casa de uno de los fariseos más ricos de toda la ciudad. Hacía unos días un criado de ese fariseo se había acercado al Maestro y le había transmitido el mensaje: «Rabí Jesús de Nazaret, mi amo te espera el próximo sábado para que vayas a comer a su casa. Mi amo sabe que sueles ir acompañado de tus discípulos, pero te ruega que vayas solo». Y así había sido: Jesús había entrado solo.
Todos los invitados observaban a Jesús. Uno de ellos pensó: «Menos mal que no vino con esos pescadores que lo siguen. No entiendo cómo todavía hay algunos que piensan que es un profeta. ¿Qué clase de profeta tiene como discípulos gente tan simple?». El invitado rió para sus adentros, pero su risa mental se detuvo. Jesús se había fijado en un hombre enfermo que estaba hinchado y caminaba hacia él. «¿Lo irá a curar en sábado?», se preguntaba con los ojos bien abiertos.
No busquen los primeros puestos
La casa del fariseo se había quedado en silencio. Jesús sentía no ya que todos lo miraban, sino que lo cuestionaban. Entonces interrogó a los fariseos y doctores de la Ley: «¿Es lícito curar en sábado o no?». Ninguno respondió. Jesús curó al hombre y lo despidió. Luego, decepcionado, preguntó: «¿Quién de ustedes, si se le cae un hijo o un buey en un pozo, no lo saca enseguida aunque sea sábado?». Todos seguían mudos.
El anfitrión, viendo que el ambiente estaba tenso, mandó traer la comida. Empezaron a desfilar montones de bandejas y jarras. Jesús observó cómo algunos invitados ocupaban los primeros puestos. Él, en cambio, se quedó quieto. Uno de los invitados, el que había dudado de su condición de profeta, le dijo: «Maestro, ¿qué esperas?».
Quien se humilla será enaltecido
Jesús aprovechó entonces la ocasión para compartir una parábola: «Cuando los inviten a una comida, no busquen el primer puesto, no sea que llegue alguien más importante y tengan que ir al último lugar llenos de vergüenza. No: mejor busquen el último lugar; así, el anfitrión los invitará a ocupar un mejor lugar y quedarán honrados frente a los demás comensales». Jesús calló dos segundos y dijo: «Quien se ensalza será humillado y quien se humilla será enaltecido». Después dijo al dueño de la casa: «Cuando des un banquete, no invites para que después te devuelvan la atención. Más bien llama a los pobres, a quienes no puedan corresponderte: recibirás la recompensa en la resurrección de los justos».
Jesús es maestro de humildad. No fue pretencioso ni arrogante. Acogió a la gente sencilla. Ayudó a los pobres, él mismo vivió pobremente. Y todo eso espera de ti.
texto bíblico base
Lucas 14, 1-14 (leer).
ESCUCHA: ¡DIOS TE HABLA!
Antiguo Testamento
Salmo 149, 4 (leer).
Proverbios 18, 12 (leer).
Eclesiástico (Sirácida) 3, 17-20 (leer).
Nuevo Testamento
Mateo 11, 29 (leer).
Romanos 12, 16 (leer).
1 Corintios 1, 26-29 (leer).
Preguntas para meditar, reflexionar y orar
- ¿Qué siento cuando hablan bien de mí? ¿Y cuándo hablan mal?
- ¿Me gusta exhibir mis logros, posesiones? ¿A quién considero inferior a mí?
- ¿Acepto ser corregido? ¿Busco siempre excusas cuando me equivoco?