La fiesta corría peligro: el vino se había acabado. Los sirvientes estaban al borde de la desesperación. María, siempre atenta a los demás, se dio cuenta de su agitación y cuando supo la causa decidió intervenir. Fue adonde Jesús y con resolución le dijo: «Hijo, no tienen vino».
«Mujer, todavía no ha llegado mi hora», le respondió. María, haciendo caso omiso a sus palabras, se dirigió a los sirvientes: «Hagan lo que Él les diga». Jesús, admirando la fe de su madre y en humilde obediencia, adelantó su hora. Entonces mandó a los criados: «¿Ven esas seis tinajas de piedra? Llénenlas de agua».
Jesús puede transformarte: no lo dudes
Los sirvientes se miraban unos a otros como queriendo decir: «¿Se volvió loco este? ¿No se da cuenta de que cada tinaja se llena con cien litros de agua? Además, hace falta vino, no agua…». Uno de ellos, sin embargo, miró a la Virgen y animado por su sonrisa empezó a llenar las tinajas. Los otros siguieron su ejemplo. Cuando estuvieron llenas, le avisaron a Jesús. Él se limitó a decir: «Llenen una copa y dénsela a probar al mayordomo».
De nuevo, sorpresa. El que le había avisado pensó: «¿Acaso te estás burlando? ¿Quieres que nos regañe el mayordomo?». Pero, recordando la sonrisa de la Virgen, calló y obedeció. Le temblaba la mano cuando le entregó la copa al mayordomo. Este, al probar, buscó al esposo y exclamó: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Jesús convierte el agua insípida en vino sabroso, la vida miserable en vida santa
El primer milagro de Jesús fue convertir agua en vino. Y no en cualquier vino, sino en un buen vino. Así obra Dios: siempre hace las cosas bien, nunca anda con mediocridades. El Señor también quiere hacer obras grandes y buenas en la vida de cada uno: transformar aquello que es como agua insípida dentro de nosotros en un vino sabroso; convertir nuestra pobre vida de pecado y miseria en una buena vida, santa, llena de virtudes.
Jesús puede transformarte. No lo dudes. Cuentas con la intercesión de María, que le dice a Jesús: «Le falta vino. Le falta caridad, confianza, alegría, pureza, generosidad…». Que el Señor aumente nuestra fe, para que seamos obedientes a su palabra, aun cuando a veces no la comprendamos —¿quién pensaría que los seiscientos litros de agua se convertirían en seiscientos litros de vino?—, y correspondamos a su gracia con nuestro esfuerzo por ser mejores cristianos, llenos de paz y alegría.
Texto bíblico base
Juan 2, 1-11
Textos bíblicos de apoyo
Antiguo Testamento
Isaías 55, 7
Nuevo Testamento
Marcos 9, 23
Hechos de los apóstoles 3, 19-20
1 Corintios 16, 13
Hebreos 11,1-12,2
Santiago 1, 21
Preguntas para meditar, reflexionar y orar
- ¿Le pido a Jesús que me convierta, que transforme el agua de mi ser en buen vino?
- ¿Tengo fe? ¿Le pido al Señor que —por intercesión de María— me la aumente?
- ¿Me esfuerzo por corresponder a las gracias y dones que Dios me otorga?