Aquella noche los tres hermanos se encontraban tumbados en el suelo, contemplando las estrellas. Hacía frío, pero lo combatían con una hoguera relumbrante y con sus gruesos ropajes. Los tres eran reyes y cada uno refería a los otros las grandezas de su reino. De un momento a otro, a los sonidos nocturnos se unió el ronquido de dos de los hermanos. El menor, Baltasar, se quedó despierto: le encantaba observar el cielo estrellado.

cielo-estrellado

De repente, a medianoche, apareció una estrella fulgurante: su resplandor opacaba a las demás. Baltasar se sobresaltó y enseguida despertó a sus hermanos: «Melchor, Gaspar, ¡levántense! Miren». Los tres hermanos contemplaban extasiados la estrella que acababa de aparecer. Por unos instantes todo quedó en silencio, hasta que Melchor se atrevió a hablar: «Es la estrella del Rey de los judíos. Preparémonos para el viaje. Vayamos a adorarlo».

Los Reyes, al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría

La estrella guio a los tres hermanos a lo largo de su travesía, hasta que llegaron a Jerusalén: allí desapareció. Fue un momento de gran incertidumbre. No tuvieron más remedio que preguntar: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». La gente también estaba desconcertada: no sabían que había nacido un rey. Los más versados comentaron: «Si nació el Rey de los judíos, si nació el Mesías, debe estar en Belén, porque así lo aseguran las profecías».

Los tres reyes reemprendieron el viaje. De repente, la estrella reapareció en el cielo: se llenaron de inmensa alegría. Con esa felicidad, llegaron a Belén, donde encontraron al niño Jesús con su Madre. Lo adoraron y le ofrecieron sus regalos: oro, incienso y mirra.

Las estrellas nos guían hacia nuestro destino: Jesús

Cada uno de nosotros tiene estrellas que lo llevan hacia Jesús. Aparecieron de repente en el cielo de nuestra vida y brillan con especial intensidad. Agradezcamos a Dios por esas estrellas. Y cuando sintamos que desaparecen no temamos: recordemos que nuestro destino es Jesús; preguntemos humildemente por Él en la dirección espiritual.

En el camino, con seguridad, reaparecerá siempre el brillo de esas estrellas que nos conducen hacia Jesús. Y, ya ante Él, lo adoraremos y le ofreceremos todo nuestro ser.

texto bíblico base

Mateo 2, 1-12

textos bíblicos de apoyo

Antiguo Testamento

Salmo 16 (15)

Isaías 60, 1-6

Nuevo Testamento

Mateo 5, 14-16

Juan 8, 12

1 Tesalonicenses 5, 16-18

2 Pedro 1, 19-21

Preguntas para meditar, reflexionar y orar
  1. ¿Qué estrellas hay en mi vida que me conducen hacia Jesús?
  2. ¿Acudo a la dirección espiritual? ¿Me dejo guiar humildemente?
  3. ¿Soy agradecido con Dios? Consecuencia de esa gratitud, ¿vivo con alegría?

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