La casa estaba preciosa. Al entrar por la puerta se veía un gran árbol de Navidad, del que colgaban unas bolas brillantes, rojas y doradas. En la mesita de la sala había soldaditos cascanueces y un Papá Noel sonriente montado en su trineo: parecía que en cualquier momento soltaría un «Jo, jo, jo». En una repisa se encontraban unos angelitos con lucecitas y unos calcetines verdes, estampados con la cara de un reno. Y, en un rincón iluminado, el pesebre: los pastorcitos con sus ovejas, los Reyes Magos, María y José…
«¿Y dónde está el Niño Jesús?», preguntó Marcos, de cinco años. «Estamos esperando su nacimiento, hijo. El 25 de diciembre aparecerá en el pesebre», le respondió su madre. «¿Así de repente?». «Sí, hijo, cuando menos lo imaginas, ya estará allí. Pero para verlo hace falta prepararse bien». «¿Qué debo hacer, mamá?».
Jesús nos invita a orar siempre
Se acerca la Navidad: viene el Niño Dios, viene Jesús. En el Adviento nos preparamos para esa venida. Pero, en realidad, conviene siempre estar preparado para el encuentro con Jesús. Cualquier día, cualquier momento, es bueno para verse con Él: no hay que esperar a la Navidad, si bien es cierto que es una fecha muy especial. Y, como Marcos, nos preguntamos: ¿Cómo puedo prepararme bien para el encuentro con Jesús, ya sea en Navidad, ya sea en cualquier otro momento?
Jesús mismo nos da un consejo: «Vigílense a ustedes mismos, para que sus corazones no estén embotados por la juerga, la embriaguez y los afanes de esta vida… Vigilen orando en todo momento» (Lucas 21, 34 y 36). Jesús nos pide vigilar, velar, para no caer en excesos: para encontrarse con Él hace falta sobriedad, moderación y sencillez. ¿Acaso encontramos lujos en el pesebre? ¿Desenfreno? La Navidad —al contrario de lo que pueda parecer— es tiempo para vivir la austeridad: y, como consecuencia, la generosidad con los demás, especialmente con los más necesitados.
A Jesús le gustan las almas adornadas por amor a Él
Jesús también nos invita a orar siempre, en todo momento. Que el Adviento sea un tiempo para profundizar en nuestra vida de oración y que, fruto de esta misma oración, nuestra alma quede bellamente decorada para recibir a Jesús. Al Niño Dios le gusta la decoración con luces, bolas y guirnaldas, claro que sí: es muy bella. Pero más todavía le gustan las almas adornadas por amor a Él: esta es la mejor decoración navideña.
Texto bíblico base
Lucas 21, 34-36
Textos bíblicos de apoyo
Antiguo Testamento
Proverbios 4, 23
Nuevo Testamento
Mateo 26, 41
1 Corintios 16, 13-14
Gálatas 5, 19-23
1 Tesalonicenses 5, 6
1 Pedro 4, 7-11
Preguntas para meditar, reflexionar y orar
- ¿Me dejo llevar en ocasiones por los afanes del mundo? ¿Lujo, embriaguez, desenfreno?
- ¿Qué hago para profundizar en mi vida de oración?
- ¿Qué significa para mí Adviento y Navidad?