Teresa y su hermano Rodrigo se escaparon de la casa. Ninguno de los dos llegaba a los diez años, pero ambos tenían clara su misión: querían ir a una tierra donde los cristianos fueran perseguidos, para morir por Cristo y ganarse rápidamente el Cielo. ¡Niños intrépidos! Para desgracia suya y fortuna nuestra, su tío los encontró antes de conseguir su objetivo. Si no, nos hubiéramos quedado sin conocer a la gran Santa Teresa de Jesús.
Muchos años después, Santa Teresa escribiría en su biografía que a su hermano y a ella les impresionaba saber que el Cielo era para siempre. Y repetían: «¡Para siempre, para siempre, para siempre!». Por eso, a ella le parecía que los mártires compraban barato su entrada para gozar de Dios: a cambio de una vida pasajera ganaban una vida eterna llena de felicidad. ¡Qué gran negocio!
Aprendamos a vivir cada instante con vibración de eternidad
Jesús nos enseñó a distinguir qué es lo que realmente permanece: «El sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo —hasta los astros del cielo, que parecen tan inconmovibles, tienen su fin—. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Marcos 12, 24-25. 31). Este mundo es pasajero; en cambio, Dios y su Palabra son eternos: solo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6, 67).
Quizá nosotros no tendremos la oportunidad de morir mártires, como tampoco la tuvieron Santa Teresa ni su hermano. Pero sí podemos vivir de tal manera que cada uno de nuestros actos esté orientado a la vida eterna. En expresión de San Josemaría Escrivá, podemos aprender a vivir cada instante con vibración de eternidad: que hasta lo más ordinario —lavar los platos, escribir una receta médica, aconsejar a un amigo, estudiar para un examen, hacer los planos de una casa— se convierta en ocasión de caminar hacia Dios, que es la misma vida eterna.
¡Que nada nos desanime en el camino hacia el Cielo!
Nada te turbe.
Nada te espante.
Todo se pasa.
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Solo Dios basta.
(Santa Teresa).
Jesús nos invita a construir sobre roca firme. Él es esa roca. Si edificamos sobre Él nuestra vida, nuestra vocación, nuestra familia, nuestras amistades, nuestro trabajo, entonces daremos frutos de vida eterna, frutos que tienen el sabor de la eternidad.
Texto bíblico base
Marcos 13, 24-32
Textos bíblicos de apoyo
Antiguo Testamento
Salmo 73 (72), 23-26
Salmo 90 (89), 3-6
Salmo 93 (92), 1-5
Salmo 102 (101), 26-28
Nuevo Testamento
Mateo 6, 19-21
Mateo 7, 24-27
Preguntas para meditar, reflexionar y orar
- ¿Qué tan consciente soy de que esta vida es pasajera? ¿Vivo para la vida eterna?
- ¿Sobre qué fundamento construyo realmente mi vida?
- ¿Me dejo dominar por el afán? ¿O veo todo con perspectiva de eternidad?